Prueba 3
Alan
y Sarah siempre habían vivido en el mismo barrio. Solo se llevaban un año, él
tenía 11 y ella 12, y desde muy pequeños solían salir juntos a montar en
bicicleta o a explorar cualquier sitio interesante que encontrasen. Normalmente
iba con ellos Jason, a quien habían conocido hacía tan solo dos años. Tenía la
edad de Alan y todos decían que era un niño muy raro. Casi nunca hablaba con
otras personas, y cuando lo hacía nunca les miraba a los ojos. De vez en cuando
lo encontraban con la mirada perdida, sumido en sus propios pensamientos, y no
había forma de atraer su atención. Otras veces podía estar horas repitiendo la
misma palabra o frase. A pesar de todo, Sarah y Alan habían simpatizado con él
y se habían convertido en sus “guardianes” evitando que otros niños le hiciesen
la vida imposible. Solían pasar las tardes los tres juntos, pero Jason había
desaparecido sin dejar rastro hacía poco más de una semana. Tampoco se sabía
nada de sus padres desde entonces. Algunos decían que quizá se habrían ido de
vacaciones, pero realmente nadie tenía claro qué había pasado con ellos. Aunque
los adultos no se hubiesen preocupado, Sarah y Alan supieron desde el primer
día que algo estaba pasando.
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